Abordar la nueva ordenación del ámbito Mahou-Calderón en un contexto de opiniones enfrentadas que acabó en los tribunales exigía tener algunas cosas claras.
La primera. Es preciso conseguir más ciudad con la nueva ordenación. Lo que conocemos como la ciudad europea tiene unos valores que la caracterizan como el ámbito amable para el desarrollo de la vida urbana. Hacer más ciudad, más ciudad europea en Mahou-Calderón, significa valorar especialmente el espacio público, el espacio que es transitado y vivido por los ciudadanos. De cómo sea el espacio público dependerá que el nuevo barrio sea lugar de encuentro, de actividad comercial y que su atmósfera sea la de la ciudad que lo circunda.
En la nueva ordenación, además de completar el Parque de Madrid Río mediante la cubrición de la calle 30, los jardines penetran en el solar de Mahou y ascienden por la pendiente hasta configurarse como el corazón de la ordenación. Esto es más ciudad.
La segunda circunstancia es la necesidad de proyectar desde la sobriedad. Inscribir pacíficamente el nuevo barrio en su entorno, comprendiendo su evolución histórica y sus componentes socio-económicos. Tener intensidades edificatorias, usos y alturas similares. La sobriedad es no dejarse vencer por el (falso) atractivo de lo plásticamente exuberante, por la necesidad de hacer un icono de cada actuación arquitectónica.
La tercera convicción. Es enriquecedor contrastar los nuevos diseños urbanos con quienes los van a utilizar. Así lo hemos hecho en el nuevo Mahou-Calderón, recogiendo en la ordenación muchas opiniones que no sólo no han desvirtuado los criterios de diseño, sino que han mejorado su viabilidad inmobiliaria y su uso futuro.
Con estos mimbres, con el imprescindible apoyo del Atlético de Madrid y de Mahou y con la dirección del Ayuntamiento, hemos desarrollado este diseño urbano.